martes, 7 de febrero de 2012

Lágrimas de Ginebra

            Coro de voces que nos transportan al cielo, a otras épocas inmediatamente. Voces de ángeles que hacen de portada a esta composición, a estas olas en movimiento que nos haya desnudos, que nos haya en esta alborada... 
         Pronto el violín traza esta melodía sobre las lágrimas de Ginevra. Recién amanecidos, el sol descubre a mujer y a su amante Lancelot separados por la espada Excalibur del rey Arturo. La tristeza, el pudor y la culpa atormentan a  Ginebra. Pronto es toda la emoción la que nos suscita recuerdos, ventanas donde asomamos, donde nuestros ojos de niño se abren tímidos... 
        La flauta abre el portalón a la sala de baile, a esos comensales, a esos paseos interminables, a esas altas balaustradas donde el tiempo se hace presente en los vestidos de época, en los salones de baile, en los minuetos, en las danzas...
       Quizás es en ese contexto donde la dulzura, donde la imagen cobra vida, latido, donde nuestras manos se cogen, donde nuestro rostro se abre a la necesidad de ternura, donde nuestra piel es esa herida abierta a los labios de la amada... donde estas melodías se encadenan a nuestros recuerdos, que son también los recuerdos de Ginevra, y nuestros ojos se llenan de lágrimas.... Buenos días

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